El uso de la amapola como símbolo de honor a los caídos se deriva por que dicha flor florece a principios de noviembre en Canadá, cientos de botones rojos se abren y recuerda a la sangre derramada de los que no volvieron.
Sin embargo, la relación no solo tiene que ver con la fecha, sino también con el poema In Flanders Fields, escrito por el soldado canadiense John McCrae.
En el escrito, curiosamente escrito durante la guerra, relata como las amapolas crecieron entre los pies de los soldados a pesar de los conflictos bélicos.
Los países que forman parte de la Mancomunidad de Naciones comenzaron a colocar una flor del lado izquierdo de sus pechos.

Con el paso de los años se ha hecho común el traer la flor y recordar a los miles de personas que perdieron su vida luchando.
Empezó como un reconocimiento a los participantes de la Primera Guerra Mundial, pero ya se adaptó a la Segunda Guerra Mundial y a los conflictos en los que Canadá ha participado.